Juan Diego interpreta al
señorito típico delante de Terele Pávez y Alfredo Landa, en una escena de ‘Los
santos inocentes’ (1984), de Mario Camus, según novela de Miguel Delibes.
E voi altri signoroni,
che avete tanto orgoglio,
abbassate la superbia
e aprite il portafoglio
Popular, La
Lega
Un placer, revisar
en vídeo el sepancuantos que recibió José Ignacio Echániz en el hemiciclo casi
enteramente vacío de las Cortes. El portavoz pepero salió a adornarse con un
discurso chulesco, chusquero e insultón. Recibió a cambio de nuestra adorable ministra
de Trabajo Yolanda Díaz un chaparrón de datos y de precisiones. Quiso acusar al
gobierno de chapucero y de improvisador, y Yolanda castigó al burlador burlado colocándolo
delante del espejo de su propia chapucería.
El señoritismo lo
tiene mal, frente a este gobierno. Los ministros están infinitamente mejor
preparados que los portavoces de la oposición; llevan la materia bien estudiada
y no les acobardan gracietas como las de la marquesa de Casa-Fuerte, Cayetana
Álvarez de Toledo, especialista en el desdén con el desdén, pero de quien nadie
sabe aún qué línea política y económica propone, como no sea el feminismo
amazónico.
En tiempos de
tribulación, las gesticulaciones que tanto efecto tenían en el respetable en
otro tiempo, no son ya de recibo. Pablo Casado pide a Sánchez que baje
las banderas a media asta y se ponga una corbata negra; y ese reproche insulso saca
de quicio a una ciudadanía que ve campar a Josemari y Ana, o a Mariano en chándal, por sus
¿respetos?, mientras al común no le está permitido ni siquiera el gesto humano de acompañar
a los muertos en su último trayecto. Tampoco el de contarlos bien, porque desde
las autonomías rebeldes y belicosas se arbitran contabilidades distintas para
desautorizar juguetonamente las directivas precisas de quienes asumen la
responsabilidad de sacarnos de esta.
Vean la campaña
desvergonzada de mentiras maliciosas desatada por la banda criminal de Santiago
Abascal en twitter. Eso es señoritismo puro, transgresión porque les da la
gana, porque se aúpan por encima de las leyes y sienten un desprecio absoluto
por la gente normal, esa gente que sigue muriendo todos los días y de la que dicen que es
el gobierno quien la ha matado.
Y todos ellos, juntos y revueltos, nos proponen
honrar a nuestros muertos con corbatas negras, pero no, nunca, con la
disciplina común y pacíficamente aceptada del confinamiento.
Así son ellos/ellas
de chulos/as.
Peste de señoritos.
Rebajad la soberbia y abrid el billetero, como pedían las mujeres de la Lega dei Communisti en la Italia de
principios del Novecento.