lunes, 13 de abril de 2020

CUANDO LOS NUEVOS PROBLEMAS EXIGEN NUEVAS SOLUCIONES


Francisco Trillo. Foto tomada en préstamo del blog de Antonio Baylos.


El intrigante problema del qué hacer desde el punto de vista de las izquierdas plurales parece estar decantándose hacia la siguiente encrucijada estratégica: ¿vamos o no vamos a pactos? Se diría un eco burlón del lema que preside las reflexiones contenidas en este sitio web concreto. Es decir, si vamos decididamente a pollas, o bien nos abstenemos porque el agua está muy fría.

Queda en un segundo plano, bastante difuminada, la cuestión del cómo y con qué equipaje vamos a pactos. He leído una estimable propuesta de borrador de plataforma diseñada desde mi sindicato. Estoy sustancialmente de acuerdo con lo que en ella se dice, y si no la aireo aquí es porque entiendo que sería un spoiler inoportuno. Quienes tienen mando en plaza difundirán y llamarán a respaldar las medidas concretas, cuando consideren llegado el momento de hacerlo.

Voy entonces a otra cuestión de carácter más panorámico: qué es lo nuevo en esta crisis, y si los viejos instrumentos son útiles para abordar los nuevos problemas.

Tomo pie para esta zambullida en un texto del profesor de la UCLM Francisco Trillo que he leído en el blog “Según Baylos”. (Una vez más, me quito el sombrero ante Antonio Baylos Grau y su infinita curiosidad para rastrear lo nuevo en cada situación y extraer las correcciones pertinentes para la extensión de las normas tuitivas del derecho a los por desgracia amplios colectivos de trabajadores en situación de desprotección o, más crudamente, de marginación.)

El texto de Francisco Trillo lleva por título «De crisis a crisis, trabajo y ciudadanía». Volveré luego sobre el título. Reproduzco un párrafo esencial del mismo, que explica de qué va la cosa:

«De crisis a crisis [se refiere a las de los años 08 y 20], trabajo y ciudadanía han experimentado una reformulación de sus respectivos contenidos, pero también de las relaciones que se entablan entre ambos lugares de desarrollo y ejercicio de derechos sociales, económicos, culturales, civiles y políticos. Unas relaciones que expresan un proceso de mestizaje, en el que resulta cada vez más complejo distinguir las fronteras del Derecho del Trabajo en relación con otros derechos sociales de ciudadanía como, en nuestro caso, el derecho a la salud pública.» 

La expresión “proceso de mestizaje” viene subrayada en el original. Me interesa mucho. Afecta tanto al iuslaboralismo como al sindicalismo. De alguna manera, ambas atalayas de la realidad laboral se ven forzadas por la presión poderosa de la realidad a abandonar sus respectivas zonas de confort, y asomarse a la intemperie de lo que no está descrito, ni legislado, ni codificado, pero existe. Existe con una existencia cada vez más acuciante.

Entonces, las viejas recetas han dejado de ser útiles. “De crisis a crisis”, como titula Trillo. La primera crisis, el tremendo desmoronamiento de la arquitectura financiera global, se abordó desde la ortodoxia neoliberal. No mencionaré el costoso rescate de la banca ni las imposiciones brutales de las troicas a países como Grecia, que se estaban desangrando sin remedio. Entre nosotros se sucedieron dos reformas laborales a cual más nefasta, la de Zapatero y la de Rajoy, y se modificó la Constitución española con nocturnidad y alevosía para adecuarla a unas normas de gobernanza que, entonces no lo sabíamos aún pero lo sospechábamos ya para nuestro capote, no servían sino para empeorar las cosas; para imponer nuevas rigideces a una situación que desbordaba todas las reglamentaciones previas; para ponerle puertas estatales a un campo por el que ya campaban las corporations multi-trans-nacionales al galope tendido.

La segunda crisis, la actual crisis sanitaria, social, institucional, económica y finalmente, last but not least, laboral, la crisis del coronavirus, debería servir, no para devolver las aguas a su cauce anterior (es inútil llorar por la leche derramada, dice la sabiduría popular), sino para encontrar cauces nuevos en los que contener de forma adecuada unas aguas ciertamente tumultuosas.

“Mestizaje”, puede ser una palabra clave. Es decir, se trataría de abordar de forma conjunta y con una visión pluridisciplinar aspectos de la realidad que considerábamos antes por separado desde una visión formal y académica, pero que de hecho están profundamente interconectados: la salud laboral y la salud pública, por ejemplo. Pero, más allá, el trabajo y la vida, el trabajo y la educación, el trabajo y la cultura, el trabajo y la constelación de los derechos inherentes al mismo, el trabajo y la ciudadanía.

«Trabajo y la ciudadanía» no es solo la segunda parte del título del texto de Francisco Trillo. Así tituló también Bruno Trentin el capítulo 9 (el último) de la segunda parte de su obra esencial La ciudad del trabajo.

Adviertan la correlación. Al acabar la fatigosa construcción de la ciudad del trabajo, Trentin llega al capítulo de conclusiones y señala el “mestizaje” de los dos términos hasta entonces bien diferenciados: el trabajo remite a la ciudad, la ciudad remite a su vez al trabajo.

En ese texto seminal del sindicalista, jurista y sociólogo italiano se contienen propuestas tan sorprendentes como una nueva consideración del contrato de trabajo, que tendría efectos más allá de las declaraciones de voluntad de las partes contratantes y se situaría en un ámbito jurídico público/privado, como una especie de segundo documento de identidad, o de pasaporte del trabajador a la condición de ciudadano. El contrato de trabajo (no de trabajo fijo, también a tiempo parcial, de temporada, por obra, a demanda, etc,) como creador y como garante de derechos adheridos a la persona.

No es una mera “ocurrencia” de Trentin. Forma parte de un razonamiento riguroso y bien ensamblado. La ciudad del trabajo, traducida entre nosotros por José Luis López Bulla y editada por la Fundación Primero de Mayo, es un libro tan fundamental como poco leído, así en los ámbitos sindicales como en los académicos de las facultades de derecho y de ciencias sociales. Es un libro difícil, convengo en ello. Pero por lo menos ese capítulo 9 de la Segunda Parte debería ser objeto de estudio pormenorizado y atento en las universidades y en los cursos de formación patrocinados por los sindicatos. Ahí pueden encontrarse claves para desentrañar el nudo gordiano de los problemas que nos atenazan.