Francisco Trillo. Foto tomada
en préstamo del blog de Antonio Baylos.
El intrigante problema
del qué hacer desde el punto de vista de las izquierdas plurales parece estar decantándose
hacia la siguiente encrucijada estratégica: ¿vamos o no vamos a pactos? Se
diría un eco burlón del lema que preside las reflexiones contenidas en este
sitio web concreto. Es decir, si vamos decididamente a pollas, o bien nos abstenemos
porque el agua está muy fría.
Queda en un segundo
plano, bastante difuminada, la cuestión del cómo y con qué equipaje vamos a
pactos. He leído una estimable propuesta de borrador de plataforma diseñada
desde mi sindicato. Estoy sustancialmente de acuerdo con lo que en ella se
dice, y si no la aireo aquí es porque entiendo que sería un spoiler inoportuno. Quienes tienen mando
en plaza difundirán y llamarán a respaldar las medidas concretas, cuando
consideren llegado el momento de hacerlo.
Voy entonces a otra
cuestión de carácter más panorámico: qué es lo nuevo en esta crisis, y si los
viejos instrumentos son útiles para abordar los nuevos problemas.
Tomo pie para esta
zambullida en un texto del profesor de la UCLM Francisco Trillo que he leído en
el blog “Según Baylos”. (Una vez más, me quito el sombrero ante Antonio Baylos Grau
y su infinita curiosidad para rastrear lo nuevo en cada situación y extraer las
correcciones pertinentes para la extensión de las normas tuitivas del derecho a
los por desgracia amplios colectivos de trabajadores en situación de
desprotección o, más crudamente, de marginación.)
El texto de
Francisco Trillo lleva por título «De crisis a crisis, trabajo y ciudadanía».
Volveré luego sobre el título. Reproduzco un párrafo esencial del mismo, que
explica de qué va la cosa:
«De
crisis a crisis [se refiere a las de los
años 08 y 20], trabajo y ciudadanía han experimentado una reformulación de
sus respectivos contenidos, pero también de las relaciones que se entablan
entre ambos lugares de desarrollo y ejercicio de derechos sociales, económicos,
culturales, civiles y políticos. Unas relaciones que expresan un proceso
de mestizaje, en el que resulta
cada vez más complejo distinguir las fronteras del Derecho del Trabajo en
relación con otros derechos sociales de ciudadanía como, en nuestro caso, el
derecho a la salud pública.»
La expresión “proceso
de mestizaje” viene subrayada en el original. Me interesa mucho. Afecta tanto
al iuslaboralismo como al sindicalismo. De alguna manera, ambas atalayas de la
realidad laboral se ven forzadas por la presión poderosa de la realidad a
abandonar sus respectivas zonas de confort, y asomarse a la intemperie de lo
que no está descrito, ni legislado, ni codificado, pero existe. Existe con una
existencia cada vez más acuciante.
Entonces, las
viejas recetas han dejado de ser útiles. “De crisis a crisis”, como titula
Trillo. La primera crisis, el tremendo desmoronamiento de la arquitectura
financiera global, se abordó desde la ortodoxia neoliberal. No mencionaré el costoso rescate de la banca ni las imposiciones brutales de las troicas a países como Grecia, que se estaban desangrando sin remedio. Entre nosotros se sucedieron
dos reformas laborales a cual más nefasta, la de Zapatero y la de Rajoy, y se
modificó la Constitución española con nocturnidad y alevosía para adecuarla a
unas normas de gobernanza que, entonces no lo sabíamos aún pero lo
sospechábamos ya para nuestro capote, no servían sino para empeorar las cosas;
para imponer nuevas rigideces a una situación que desbordaba todas las
reglamentaciones previas; para ponerle puertas estatales a un campo por el que
ya campaban las corporations multi-trans-nacionales
al galope tendido.
La segunda crisis,
la actual crisis sanitaria, social, institucional, económica y finalmente, last but not least, laboral, la crisis del
coronavirus, debería servir, no para devolver las aguas a su cauce anterior (es
inútil llorar por la leche derramada, dice la sabiduría popular), sino para
encontrar cauces nuevos en los que contener de forma adecuada unas aguas ciertamente
tumultuosas.
“Mestizaje”, puede
ser una palabra clave. Es decir, se trataría de abordar de forma conjunta y con
una visión pluridisciplinar aspectos de la realidad que considerábamos antes
por separado desde una visión formal y académica, pero que de hecho
están profundamente interconectados: la salud laboral y la salud pública, por
ejemplo. Pero, más allá, el trabajo y la vida, el trabajo y la educación, el
trabajo y la cultura, el trabajo y la constelación de los derechos inherentes
al mismo, el trabajo y la ciudadanía.
«Trabajo y la
ciudadanía» no es solo la segunda parte del título del texto de Francisco
Trillo. Así tituló también Bruno Trentin el capítulo 9 (el último) de la
segunda parte de su obra esencial La
ciudad del trabajo.
Adviertan la
correlación. Al acabar la fatigosa construcción de la ciudad del trabajo,
Trentin llega al capítulo de conclusiones y señala el “mestizaje” de los dos
términos hasta entonces bien diferenciados: el trabajo remite a la ciudad, la
ciudad remite a su vez al trabajo.
En ese texto
seminal del sindicalista, jurista y sociólogo italiano se contienen propuestas
tan sorprendentes como una nueva consideración del contrato de trabajo, que
tendría efectos más allá de las declaraciones de voluntad de las partes
contratantes y se situaría en un ámbito jurídico público/privado, como una
especie de segundo documento de identidad, o de pasaporte del trabajador a la
condición de ciudadano. El contrato de trabajo (no de trabajo fijo, también a tiempo parcial, de temporada, por obra, a demanda, etc,) como creador y como garante de
derechos adheridos a la persona.
No es una mera “ocurrencia”
de Trentin. Forma parte de un razonamiento riguroso y bien ensamblado. La ciudad del trabajo, traducida entre
nosotros por José Luis López Bulla y editada por la Fundación Primero de Mayo,
es un libro tan fundamental como poco leído, así en los ámbitos sindicales como
en los académicos de las facultades de derecho y de ciencias sociales. Es un
libro difícil, convengo en ello. Pero por lo menos ese capítulo 9 de la Segunda
Parte debería ser objeto de estudio pormenorizado y atento en las universidades
y en los cursos de formación patrocinados por los sindicatos. Ahí pueden
encontrarse claves para desentrañar el nudo gordiano de los problemas que nos
atenazan.