Gran angular
Ayer se suponía que debía haber vuelto de un viaje de
celebración familiar a Venecia. La emergencia sanitaria lo desconvocó, el
precio pagado por los billetes de unos aviones que nunca volaron no lo recuperaremos
quizás nunca, y ahora afrontamos una Diada de Sant Jordi en confinamiento. La
diada más bonita del año, sin rosa, sin libro, sin calles.
Mi celebración va a consistir en el comentario a
vuelapluma de cinco libros (uno por día, hasta el 23) que demandan un enfoque
particular para su lectura. Yo llamo a ese enfoque Gran angular. Es una
expresión mía, no una definición científica. En cualquier caso, no me refiero con
ella a un mecanismo, ni menos aún a un truco, sino a una manera particular de
ver las cosas y los sucesos que abarca bastante más allá del lugar donde se
pone el foco.
He elegido cinco libros muy diferentes entre ellos.
Solo dos son obras de ficción. El hilo común que los enlaza a todos es tan
tenue, que posiblemente solo lo veo yo, y no porque tenga una especial facultad
innata, sino más bien porque soy persona propensa a soñar tortillas en estado
de vigilia.
Basta de
preámbulos. Mi primera propuesta de libro es Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa. Lo publicó Seix
Barral en 1969. Ya metidos en el siglo actual, y después de un trayecto
político y literario bastante sinuoso, su autor manifestó: «Si tuviera que salvar
del fuego una sola de las novelas que he escrito, salvaría esta.»
Se ha hecho
proverbial la pregunta que en el arranque mismo de la novela se hace Santiago
Zavala, Zavalita, en la puerta del
diario “La Crónica”, donde trabaja, mirando a lo largo de la avenida Tacna: «¿En qué momento se había jodido el Perú?»
Pregunta que,
comprensiblemente, flota en el aire a lo largo de toda la novela, sin encontrar
una respuesta. No es cosa de un momento la jodienda de un país, de una convicción
política, de un sistema económico: siempre se presenta como un proceso largo y
enrevesado, con muchas marchas y contramarchas.
En una larguísima
conversación en el bar ‘La Catedral’ con el zambo Ambrosio, empleado de la
perrera municipal y en otro tiempo chófer y algo más de don Fermín Zavala (el padre
de Zavalita, alta jerarquía en la dictadura de Odría), el protagonista del
libro repasa su propia vida y la de su país, a la luz de los nuevos datos que
va descubriendo.
Había visto antes el
argumento mirando el escenario desde el patio de butacas, y ahora lo percibe
desde detrás de las bambalinas. Dos historias diametralmente distintas, por más
que fueran a fin de cuentas la misma historia.
Dejo a los expertos
las cuestiones relacionadas con el estilo literario: el desorden aparente en la
sucesión de escenas, mediante planos y contraplanos temporales y espaciales; los
retazos superpuestos de conversaciones mantenidas en épocas distintas y entre personas
diferentes; una prosa desplegada a la manera de un modelo para armar, desde una
confusión buscada; la indagación tortuosa de unos hechos que solo poco a poco
van adquiriendo consistencia y nitidez de perfiles.
No es eso lo que me
fascina ─me sigue fascinando hoy en día─ de este libro, sino lo que podríamos
llamar la “historia sumergida”, el sustrato canalla que explica la
concatenación de causas profundas de unos hechos históricos relevantes, y que
en principio parecerían enteramente aleatorios.
Encuentro en esta “historia
ejemplar” una homología ─puede ser solo cosa mía, como he advertido al
principio; me adelanto a solicitar un perdón magnánimo de parte de quienes se
sientan ofendidos─ con la pederastia que se alza como una sólida pilastra oculta
en las sombras de la arquitectura del magisterio secular de la Iglesia. ¿En qué
momento se jodió la enseñanza religiosa en Perú y en más países, Zavalita?