John Maynard Keynes (foto,
William Collins)
El Fondo Monetario
Internacional ha emitido un informe de emergencia sobre la crisis del coronavirus.
En sustancia, según leo en el editorial de El País de hoy, después del desastre
sanitario nos espera una severa crisis económica, difícil de cuantificar sin
embargo debido a la “extrema incertidumbre”.
Mi abuela Pilar expresaba
la misma idea compleja más a la pata la llana: “Siempre llueve sobre mojado”, decía.
Mi abuela no habría hecho mal papel entre las jerarquías del FMI. ¿Qué podemos
esperar de los próximos meses, del año que viene?, le preguntaríamos. Y ella
alzaría los ojos al cielo en busca de inspiración: “Lo que sea sonará.”
Conforta mucho
tener una abuela en el FMI.
Una frase me llama
la atención en el informe de los expertos monetarios mundiales: «En
situaciones de emergencia todos los Gobiernos son keynesianos, para salvar a
las personas, a las empresas o a ambos.»
Mira por dónde. Mi
abuela Pilar habría comentado esa afirmación con una risita: “Vaya, donde dije
digo, digo Diego.”
Un hilo sutil
enlaza la Covid con el desastre de Lehman Brothers. Aquel fue un virus
bancario, este es biológico. Las medidas “imprescindibles” que se tomaron para
atajar el primero han resultado letales cuando ha aparecido el segundo.
Entonces se afirmó que era imperativo el adelgazamiento, casi la invisibilidad,
del Estado. Hacía falta soltar todo el lastre posible y controlar con rigor la
deuda pública. Desde las instancias supranacionales, léase troicas, se vigiló
con severidad el cumplimiento de esa norma, elevada a precepto constitucional
incluso. En el lastre soltado se incluyeron recortes drásticos en sanidad,
educación, cultura y otras chucherías del espíritu. Había para ello tres
argumentos irrebatibles. Primero, los algoritmos y el big data del Mercado lo preveían todo con su sabiduría infinita; segundo,
estábamos situados en el fin de la Historia, nada inesperado podía ya ocurrir;
tercero, TINA, There Is No Alternative,
y el keynesianismo era en ese sentido la peor especie concebible de populismo,
por no decir de chavismo.
La canción ha
cambiado. Parece que nuestra deuda pública crecerá al 115% y nadie lo considera
una mala noticia. En unas semanas tendremos en el país una renta mínima en
marcha. Isabel Díaz Ayuso se ha envainado su programa estrella de rebajar
impuestos en la Comunidad de Madrid, aquel “modelo de éxito”, ¿recuerdan?
Más aún, el
bombardeo masivo de fakes para torcer la opinión está teniendo un resultado
pírrico: el CIS constata que el 90% de los españoles respalda las medidas del
gobierno Sánchez para hacer frente a la emergencia, y más de la mitad cree que
Casado, en su lugar, estaría haciendo lo mismo.
Lo cual no quiere
decir, ni mucho menos, que todos los políticos sean iguales. Esa afirmación
corresponde a un paradigma anterior, justamente el que nos ha traído a esta
situación lamentable.