miércoles, 22 de abril de 2020

EN LA RAMPA DE SALIDA DE LA GALAXIA


Gran Angular

Había reservado este libro para proponerlo mañana como colofón de la serie. He cambiado el orden previsto, no sin dudas, debido a que el libro de mañana no encaja de ninguna forma en la idea del Gran Angular. Será otra cosa distinta, un Zoom.

Pero había varias buenas razones para cerrar el ciclo con el ensayo muy reciente de Irene Vallejo. La más inmediata es que El infinito en un junco (Siruela, 2019) ha sido mi última lectura de las cinco seleccionadas en mi short list para un Sant Jordi confinado. La menos importante, es que lo ha escrito una mujer, Irene Vallejo, y mi elenco no incluye a ninguna otra. (Ojo, digo que es lo menos importante en el sentido de que la inclusión de Irene no obedece ni a un homenaje trasnochado ni a un deseo de corrección política. Lo que sí es importante en este asunto es que, en una lista confeccionada a partir de parámetros en los que el género no tenía ninguna cabida a efectos de valoración, lo que ha aparecido al final resulte ser un 4+1 a favor de los varones. Sobre esa cuestión sí conviene meditar, para entender mejor qué es la cultura y cómo y quién determina los valores culturales de uso y de cambio.)

La razón principal del lugar especial que reservaba a este libro es que el foco gran angular elegido por Irene Vallejo para abarcar de un vistazo toda la historia del libro (el Junco) en tanto que soporte y contenedor de las ideas y visiones del mundo (el Infinito), es en sí mismo un resumen magnífico de toda mi reflexión.

La cultura nació como transmisión y comunión oral, de boca a oreja. De la oralidad se pasó a la escritura, para lo cual se aprovechó un invento ideado en su origen para otros menesteres, en concreto para contar y llevar registros de cosas materiales.

Aquello provocó una revolución de fondo en el animal humano, paralela y semejante a la de la agricultura. Los hombres y las mujeres fueron diferentes antes y después de la escritura. Con el tiempo, y muy poco a poco, fue haciéndose presente la conciencia de esa diferencia fundamental: Verba volant, scripta manent, lo hablado se pierde y lo escrito permanece, dijo un romano. Cuando la cultura es oral, cada día es preciso recomenzarla de nuevo. Lo escrito se puede guardar, almacenar, corregir, acumular indefinidamente.

Así fue sustituida una cultura meramente local y efímera por naturaleza, por otra más robusta y universal, que tiende a extenderse y perpetuarse en el infinito como la flecha se dirige al blanco al que ha sido apuntada.

Una idea central de esa nueva cultura, aún en la antigüedad y según nos cuenta Irene Vallejo, fue concentrar todo el saber acumulado a través de los siglos en un solo lugar, un lugar excepcional creado ex profeso con la finalidad de facilitar el estudio y la consulta de todos los saberes, por todos los interesados, en todo momento.

Así nació la Biblioteca, una Summa de conocimientos en perpetuo proceso de incorporación, de corrección y de reciclaje. Las bibliotecas han provocado desde siempre en nosotros una fascinación especial.

El invento de la imprenta no tuvo quizás las repercusiones cósmicas del de la escritura, pero cambió de nuevo la perspectiva y determinó una nueva evolución de la forma de ser de la cultura. Hoy nos encontramos aún en el interior de la Galaxia de Gutenberg, si bien ya en la rampa de salida hacia otra cosa, porque cada día tienen mayor volumen y enjundia soportes tecnológicos muy sofisticados, como apreciará de inmediato cualquier lector de estas páginas, que no han sido escritas en papel, ni impresas, ni compartidas en un soporte propiamente físico.

Lo cual nos lleva a una última consideración sobre la historia que nos cuenta Irene Vallejo. Hoy existen ya contenidos multimedia como vehículo diferenciado para la plasmación de ideas artísticas que encuentran en ese soporte su forma natural, y de algún modo única, de expresarse. 

Se trata todavía de un anexo precipitadamente añadido al corpus orgánico de la historia de la cultura. Pero Marx nos enseñó que en estos temas la infraestructura acaba siempre por determinar la superestructura. Hasta hoy el infinito (las filosofías, las religiones, las ciencias, las artes, las jerarquías, las leyes, las doctrinas económicas, las relaciones sociales, etc.) se ha materializado en un junco. En la nueva galaxia hacia la que viajamos, todo nuestro universo va a cambiar, porque va a depender de soportes materiales muy distintos.

Estamos advertidos. Nos lo ha explicado Irene Vallejo. Gracias, Irene.