lunes, 4 de mayo de 2020

CAGOBERNANZA



Vista aérea de la Diputació provincial de Barcelona.


El presidente Sánchez ha ofrecido 16.000 millones de euros a las autonomías para emprender de forma conjunta con el gobierno central un plan coordinado que combine una desescalada prudente de la alarma sanitaria con una recuperación progresiva y escalonada de la actividad económica. La respuesta del president Torra ha sido digna de estudio para un master sobre independentismos: 1) quiere la cuarta parte de la cantidad ofrecida, 4.000 millones, para Catalunya; es decir, bastante más de lo que le toca en proporción, así por territorio como por población; 2) no quiere coordinar el plan con el gobierno central sino, por el contrario, atenerse al principio de filosofía natural, según el cual el buey suelto bien se lame.

Desde las cuatro esquinas de la barraqueta-govern se viene publicitando en todos los tonos la idea de que el virus es un artefacto ideado en Madrid para hacernos la punyeta, y que nosotros solos estaríamos en condiciones mucho mejores para salvar vidas genuinamente catalanas. Se proclama así un sentimiento trágico de la vida en la Catalunya oprimida, que justifica, por ejemplo, el boicot al macroconcierto que pretende montar Ada Colau en els terrats de Barcelona, porque la idea misma resulta de una frivolidad insoportable para nuestras esencias.

Nosotros solos, sí, pero con esos 4.000 millones reclamados al Estado sin ofrecer ninguna contrapartida en forma de plan coordinado de recuperación. “Ya que «ellos» nos mandan el virus, que nos indemnicen también ellos”, viene a ser el relato sobreentendido desde las portavocías oficiales y sobre todo las oficiosas.

Incluso haciendo abstracción de todo el contexto internacional, la idea de que el virus es una peste controlada y manipulada desde Madrid se compadece mal con la constatación de que también los madrileños se están muriendo, una cuestión crucial que han señalado con regocijo nada disimulado personas como Ponsatí o Canadell, que en la circunstancia han dado por descontado (con cierto astigmatismo) que eso les pasa a «ellos», pero no a nosotros, que somos gente diferente.

¿Por qué entonces se exigen 4.000 millones redondos, sin ninguna solidaridad hacia las necesidades de otras regiones también afectadas? Porque se sabe que ni en el mejor de los casos va a llegar tanto dinero; y de ese modo se podrá administrar el contante que sea, y alimentar al mismo tiempo con nuevos renglones el muy antiguo memorial de greuges. 

“¡Qué miseria nos mandan!”, se comentará entre remilgos; pero habrá en cualquier caso lo suficiente para pagar los sueldos recientemente aumentados de esa burocracia funcionarial que tanto se desvela por nosotros, siempre asentada en la recia autoridad del mando supremo de Waterloo, que predica a la vez un confinamiento más riguroso y menos riguroso, más prolongado y menos prolongado, menos provincial y más conforme con nuestra particular idiosincrasia, que nunca ha tenido nada que ver con la provincia, como todo el mundo sabe porque para eso ha hecho estudios pertinentes el Institut Nova Història.

Se trata, en apretada síntesis, de que nuestra Administración semiautonómica y cuartoindependiente no utilice los dineros, pocos o muchos, que llegarán del Estado, en una cogobernanza funesta, sino en una cagobernanza que tiene la ventaja de combinar nuestro seny tradicional con la nueva rauxa rampante.