miércoles, 6 de mayo de 2020

CRECE LA BASE DE APOYO A SÁNCHEZ


Inés Arrimadas



Se ha dado de forma repentina en el tablero político del país un reflujo hacia la sensatez. Ciudadanos y PNV han anunciado su voto favorable a la prórroga del estado de alarma propuesta por el gobierno; no estaban en esas ayer mismo, y al minifundio de Arrimadas le ha costado el viraje dos defecciones, en una nómina ya muy disminuida: las de Juan Carlos Girauta y Carina Mejías, incapaces de soportar el alineamiento con Sánchez. Mejor con nadie antes que con Sánchez, deben de haberse dicho. Poco comentario demanda su toma de posición: no debe estar en la política quien no es capaz de comportarse con sensatez, siquiera sea de cuando en cuando.

Mientras la tropa de Abascal sigue erre que erre, inasequible al desaliento e impasible el ademán, la nueva correlación de fuerzas está haciendo meditar al Loco de la Colina, Pablo Casado, que podría variar su voto negativo hacia la abstención. Es decir, contra Sánchez igual, pero con una miaja menos de insensatez. Al parecer le llegan sotto voce advertencias de sus barones: “ojo que por ahí no te seguimos, Pablo”. No es que Pablo no sea muy capaz de saltárselas a la torera si le sostenemos el cubata; es que el gesto chulapón del “ahí me las den todas”, que tanto le apetece, no tendría consecuencias tangibles en lo que de verdad le importa, que es moverle la silla a Sánchez.  El asiento de Sánchez ha ganado día a día en solidez, a pesar de las turbulencias mediáticas heterogeneradas.

No parece que Junts per Vox vaya a variar ni un átomo su postura intransigente. Continuará intentando la pinza más estúpida de la historia del parlamentarismo español: la vía frenopática a la independencia, después de la unilateral. Lo de esta gente es de libro. El libro se titularía: «Cómo aspirar a la independencia y hacer todo lo posible para morir en el intento».

Caso un poco distinto es el de ERC, la “gran esperanza blanca indepe” desde tiempo inmemorial. El suyo es un caso de nadar en medio de los tiburones pero guardando pulcramente la ropa en un lugar seco donde no se manche ni se arrugue. La pregunta del millón es de qué va a  servirle la ropa si los tiburones, en cualquier momento, dan rienda suelta a su instinto natural.