viernes, 22 de mayo de 2020

EL ARTE COMO ARTEFACTO


‘Fontaine’, ready-made de Marcel Duchamp.


Leo en elpais el siguiente titular: «El indescifrable origen de la primera obra de arte». Se refiere a unas pinturas rupestres antiquísimas descubiertas ahora en una cueva del Timor Oriental. Da lo mismo. Hasta bien entrado el siglo XIX el arte no era arte, era una representación motivada por diferentes objetivos, todos ellos utilitarios: podía tratarse de propiciar la caza, de conmemorar una conquista, de ensalzar la gloria de una divinidad, o de abrir una ventana a un paisaje soñado en una sala de recibir visitas más bien oscura. No existía el arte como concepto, solo artefactos.

Los orígenes de esos artefactos eran diversos, si bien todos ellos descifrables. Cada artefacto era un sinsentido si se lo separaba de su contexto, y su contexto era un mundo muy real, muy opaco, muy conflictivo. Cuando la representación que luego se llamaría artística se despegó (muy a regañadientes) de la magia, la religión y los fastos de la monarquía, se impuso a sí misma un nuevo objetivo de orden pedagógico: proceder al ordenamiento y la explicación adecuada de un mundo real problemático. La poesía y sobre todo la música, que tenían una configuración más abstracta, podían por esa razón llevar más a confusión. Sin embargo, también ellas estaban obligadas ética y estéticamente a evocar emociones concretas, movimientos del ánimo dirigidos a reforzar elementos de estructura subyacentes tales como el orden, la armonía, la simetría, la transparencia, la inteligibilidad.

El arte por el arte apareció como filosofía cuando el mercado separó artificialmente el valor material de la obra (el trabajo, el tiempo, la invención) de su encaje absoluto, metafísico, en un universo separado del mundo. El artista se erigía de esa forma en sacerdote de un nuevo culto reservado a una cofradía de iniciados. La “primera obra de arte” consciente de sí misma pudo ser uno de aquellos ready-made que Marcel Duchamp presentaba a la Exposición de los Rechazados de la Academia. 

Es decir, poca cosa más que redundancia, solipsismo, ensimismamiento. En un arte de masas serio como es el fútbol, el jogo bonito deviene en una pasión inútil si no es capaz de sumar los puntos de campeonato de tres en tres.