Tareas agrícolas.
De pronto la
mayoría silenciosa está en un grito. Es un escándalo cómo se comporta el
gobierno, oigan, es preciso pararle los pies como sea. El Ministerio de
Trabajo, por ejemplo, ha pasado a Inspección una orden para que investigue posibles
situaciones de esclavitud en las faenas agrícolas. Las patronales agrarias han
reaccionado pidiendo la dimisión de la ministra. Esto es lo que ha dicho ASAJA:
se trata de planteamientos «inaceptables y propios de alguien que
obra de mala fe movida por un sectarismo ideológico inadmisible y un
desconocimiento absoluto de la realidad, que le hacen estar incapacitada para
desempeñar sus funciones de ministra.»
Y sin embargo, situaciones
de trabajo esclavo en condiciones inaceptables e indecentes, haberlas haylas. Pueden
encontrar una información más amplia sobre el tema del llamado “caporalato”, y sobre
su presencia indeseada en países avanzados de tradiciones democráticas fuera de
toda duda, en el siempre instructivo blog “Según Baylos”.
Algunos ven la
botella medio vacía cuando el gobierno advierte de que su acuerdo con Bildu no
implica la derogación in toto de la
reforma laboral. Sí, la derogación no va a ser total y de un solo plumazo, pero
la institución de los ERTEs, y el hecho de que ya no sean una medida de
excepción sino un mecanismo institucional que va a mantenerse en las relaciones
laborales desplazando a los EREs, mucho más descarnados y unilaterales,
significa que se están derogando ya aspectos fundamentales de la reforma
laboral.
Y ahora se ordena además
investigar el caporalato. Y la aprobación de una renta mínima es inminente. Y
se están canalizando ayudas adecuadas a los autónomos.
«A muchos no les
están llegando», se quejan los inevitables cuñaos. Cierto, pero a otros sí les han
llegado. ¿Cuántos autónomos recibieron ayudas o compensaciones bajo el imperio
de la reforma laboral de Zapatero, y de la de Rajoy que vino luego a terminar de
arrasar el panorama de los derechos laborales? Quienes no han recibido aún la
ayuda prometida tienen derecho a reclamarla. Antes no había ni ayudas ni
posibilidad de reclamarlas.
Algo se está
haciendo bien.
Se ha presentado en
el consejo de ministros una ley de transición ecológica. La descarbonización de
la economía supondrá, no solo una mayor sostenibilidad, sino la creación de
cientos de miles de puestos de trabajo. «¿Dónde están, que no los veo?»,
reclaman de inmediato nuestros cuñaos de la izquierda.
Llegarán, sin
embargo, si avanza como es de desear el programa del gobierno. Nadie ha dicho
que vaya a ser fácil. Existen muchos intereses creados alineados en su contra. Y
existe en el pueblo llano un cierto poso de rencor hacia este gobierno en
concreto por pintarnos las cosas difíciles, por no sacar de la chistera
maravillosos conejos blancos que acaben de forma instantánea con nuestras
preocupaciones íntimas.
Rajoy se comportaba
de otro modo. No hacía nada, siempre prefirió “estar” en los sitios antes que “hacer”
cosas. El balance legislativo de su etapa es peor que pobre. Pero acostumbró a
la gente abrumada por las dificultades a no esperar nada del gobierno, y buscarse
la vida por su cuenta.
Ahora este gobierno
está devolviendo a la gente el derecho a la esperanza, y el derecho a reclamar.
La Comunidad de Madrid va a llevar ─parece ser─ al Constitucional la negativa
de los expertos a cambiarle ya la fase de desescalada. Bueno, los desplantes
pintureros siempre han sido un adorno propio de la España cañí.
Gabriel Rufián, rizando
el rizo de lo difícilmente concebible, ha argumentado la negativa de su grupo a
la propuesta de alargar el confinamiento, diciendo que este gobierno se está
echando en brazos de la derecha. En brazos de Ciudadanos, ha querido decir, y
ocurre precisamente lo contrario: es Arrimadas quien se ha arrimado al
gobierno. La formación de Rufián, demasiado obnubilada por sus grandiosas expectativas
electorales, debería recapacitar sobre su falta de orientación en el laberinto
español. La desbordada explosión de alegría del vicario Torra al constatar la “unidad”
de las fuerzas independentistas en este trance podría darle alguna pista sobre la metedura de
pata, la enésima, que acaba de protagonizar.
El eje sobre el que
va a girar la política catalana en adelante ya no va a ser la quimera prusesista, sino la recuperación y
rectificación de una economía de las personas y para las personas, tal como la
está proponiendo el gobierno progresista de España.
Al cual se critica
desde todos los puntos de la rosa de los vientos de la política. Pero que algo,
lo que se dice algo, está haciendo bien.