Aldo Bonomi
El siguiente texto es una conferencia del sociólogo
Aldo Bonomi, fundador y presidente del consorcio AASTER (Associazione Agenti
per lo Sviluppo del Territorio), dictada en un seminario para cuadros de la
CGIL de Bergamo, el 16 de marzo de 2015. El seminario había sido auspiciado por
el sindicalista y filósofo Riccardo Terzi, que falleció el 12 de setiembre del
mismo año. Francesco Mores y Eugenia Valtulina, del “Gruppo di Lavoro Riccardo
Terzi”, editaron en Ediesse las ponencias presentadas, un resumen del debate y
algunos artículos significados de Terzi, en un libro titulado «Sindacato, politica,
autonomia. Per Riccardo Terzi”, que llegó a mis manos de forma inesperada, casi
como un regalo del cielo, en Lecce, durante una excursión cultural de los
Jubilados de CCOO de Cataluña. Dado que el texto es largo, lo publicaré en varias
piezas. La traducción será marca de la casa. Conviene tener en cuenta en la
lectura, que cuando se habla de “crisis” no se está haciendo referencia a la
pandemia actual; y que Maurizio Landini, actual secretario general de la CGIL,
no lo era aún entonces, sino que esa responsabilidad recaía en Susanna Camusso.
Habla Aldo Bonomi:
Creo que es de
absoluta actualidad algo que el siglo XX, entendido sobre todo en su acepción
de “siglo breve”, nos ha inducido a considerar obsoleto.
Comparto además el
concepto según el cual nos encontramos, no en una crisis, sino en una
metamorfosis antropológica; y quien se dedica a la observación de lo social,
quien desarrolla una actividad social, quien tiene una representación social,
debe interiorizar hasta el fondo el concepto de metamorfosis. Metamorfosis del
modelo organizativo y metamorfosis antropológica de los sujetos a los que se
quiere representar. Insisto en la conveniencia de profundizar en todo ello.
Riccardo Terzi ha
evocado hoy dos palabras clave que remiten a algunos conceptos fundamentales
para nosotros. Terzi ha dicho: «¿cómo se recupera la proximidad?» La proximidad
conduce a un concepto sobre el que volveré, el de comunidad.
El otro concepto
que hemos interiorizado todos nosotros, hijos del siglo XX, es el concepto de “pertenencia”,
derivado del de “clase”. Estamos todos acostumbrados a utilizar a la perfección
la categoría de la clase, que ya no está ahí del mismo modo, y en cambio no
estamos acostumbrados a utilizar de un modo nuevo el concepto de comunidad.
Una tesis mía, que
desearía discutir con vosotros esta tarde, es que en la hipermodernidad el sindicato
debe ser capaz de mantener unidas la conciencia de clase y la conciencia de
lugar. La conciencia de lugar remite a la proximidad, a la comunidad, a la
categoría del territorio. Pero el problema es cómo conseguir mantener juntas la
conciencia de clase y la conciencia de lugar.
Haré una sola
referencia histórica, y luego hablaré de cómo veo yo los procesos de la
hipermodernidad, y qué es lo que espero del sindicato y de sus
transformaciones.
La referencia
histórica es un libro, un volumen para el que Vittorio Tranquilli escribió un
texto fundamental a mi entender, dedicado a la banca mundial, Lezioni su servo e signore (“Lecciones
sobre siervo y amo”), de Franco Rodano (1). Si releemos este texto partiendo de
la que yo llamo fragmentación del diamante del trabajo, nos daremos cuenta de
que hoy nos encontramos, desde el punto de vista del trabajo, ante la actualidad
de lo que considerábamos obsoleto. En el sentido, para decirlo de una manera
muy esquemática, de que dentro de la hipermodernidad reaparecen las formas de
la esclavitud, o, en palabras más suaves, las formas del trabajo servil.
Y cuando hablo de
trabajo servil, me refiero por ejemplo a esa “huelga” ocurrida en Silicon
Valley, en el punto más alto de la mutación capitalista promovida por quienes exaltamos
como grandes innovadores (los fundadores de Google y de Facebook, por ejemplo),
los autobuses a Cupertino fueron bloqueados por una multitud de personas que
enarbolaban carteles en los que se leía: «somos los que os lavan la ropa y os
limpian la casa».
Resucita la
servidumbre de la gleba, y los nuevos “siervos de la gleba” son también todos
los pequeños emprendedores que trabajan en régimen de subcontratación. Son los
que con sus camionetas van de una pequeña empresa a otra, son los nuevos
proveedores, son los que, cuando les preguntas qué es lo que son, responden: «empresarios»,
pero cuando les preguntas de quién es su local, responden que lo tienen en leasing, lo mismo que la maquinaria. Son
los que trabajan y producen para el cliente que después les dice: «Escucha, no
voy a pagarte a 60 días, sino a 180.» Son las nuevas almas muertas del posfordismo.
Si examinamos el modelo productivo bergamasco, encontramos bastante de este
tipo de trabajo servil. Es un fenómeno que afecta a nuestros valles, pero
también, en un sentido geopolítico más extenso, afecta a la relación entre la
industria del automóvil alemana y parcelas enteras del tejido productivo
metalmecánico de la vieja automotive del
Norte de nuestro país. Esta composición socioeconómica representa la base
social, desde muchos puntos de vista, de la Liga; y para vosotros,
sindicalistas, señala el objetivo de cómo organizaros y representaros en
relación a ellos.
Otro fenómeno que
debe tenerse presente son las corporaciones de oficio y los “gremios” de
quienes no venden sus brazos en el trabajo, pero sí venden el trabajo de
comunicar. Son los grupos de IVA terciario ricos, y nos gustan mucho desde muchos
puntos de vista, incluso en relación con la política. Son los que tuitean y han
encontrado en Beppe Grillo una forma adecuada para expresarse.
Y por último, pero no
en grado menor, están las formas del trabajo regular, asalariado, «para toda la
vida» (aunque en la cuestión de “toda la vida” yo sería cauteloso) que aparecen
insertas en el tejido productivo de las multinacionales globales o locales
pero, sobre todo, en las medianas empresas competitivas (la Brembo es un
ejemplo, para no salirnos de vuestro territorio).
Por tanto, la
actualidad de la inactualidad no responde solo a un razonamiento político, sino
que se refiere a un recorrido socioeconómico y, como conclusión de este primer
vistazo panorámico a la fragmentación del diamante del trabajo, yo, si fuera un
sujeto de representación, me plantearía el tema de «quién representa a quién» y
me preguntaría, por ejemplo, si todavía son funcionales los modelos
organizativos «en tubos de órgano» que hemos heredado del fordismo, para
abordar esta mutación antropológica de la composición social y del trabajo.
Sé muy bien que
vosotros decís «estamos presentes en todas partes», y lo creéis de verdad. Pero
¿dónde dejáis los trabajos serviles, los gremios, los siervos de la gleba,
cuando vuestra identidad novecentesca está enteramente formada a partir del
cuarto sujeto que he citado, es decir el que permanece en la gran empresa
fordista en sus diferentes modalidades?
Desde este punto de
vista, una contradicción que se me plantea es comprender cómo, encontrándose
como punto de partida en ese núcleo fuerte, alguien como Landini ha experimentado
la necesidad de asomarse al exterior. Me habría esperado, siguiendo la versión
clásica, un razonamiento del tipo de «intensificar la lucha todo lo posible dentro
lo que aún queda de la clase». Y en cambio, su apertura me ha parecido un
movimiento inteligente, lo digo en tanto que sociólogo.
Estamos frente a un
salto de paradigma en la medida en que encontramos, en el seno de la
hipermodernidad, la actualidad de la inactualidad. Y esto, antes aún de la
crisis, de modo que el problema no aparece en 2008, sino que la metamorfosis se
inició ya antes. El año 2008, con el tropezón de la Lehman Brothers, se produjo
una contradicción evolutiva en el crecimiento, pero el mecanismo se había
iniciado con mucha anterioridad. El salto de paradigma ocurrió en el cambio de
siglo e implicó a la dicotomía capital-trabajo, con el Estado en medio. Intento
de manera esquizofrénica juntar las dos cosas, porque no es que no exista ya el
paradigma «capital-trabajo con el Estado en medio»; sin embargo, cuando decimos
“Estado”, hemos de tener presente toda la organización que desciende desde la
estatalidad hasta llegar a los municipios, pasando por las Provincias y las
Regiones, además de todo lo que, partiendo de la estatalidad, llega a Bruselas.
Tendencialmente somos hijos de ese paradigma «capital-trabajo-Estado», y es a
él al que hemos recurrido de forma automática también en los grandes procesos de
cambio que se han producido. De modo que nos preguntábamos: “¿De qué parte
estoy? ¿De la parte del capital, o de la del trabajo?”, a pesar de que cada vez
más el trabajo está envuelto en una nebulosa compleja.
(1) F. Rodano, Lezioni su servo e signore. Per una storia postmarxiana,
a cura de V. Tranquilli, Roma, Editori Riuniti, 1990.
(Continuará mañana, en el mismo blog)