jueves, 7 de mayo de 2020

ALDO BONOMI. POLÍTICA Y SINDICATO (I)


Aldo Bonomi


El siguiente texto es una conferencia del sociólogo Aldo Bonomi, fundador y presidente del consorcio AASTER (Associazione Agenti per lo Sviluppo del Territorio), dictada en un seminario para cuadros de la CGIL de Bergamo, el 16 de marzo de 2015. El seminario había sido auspiciado por el sindicalista y filósofo Riccardo Terzi, que falleció el 12 de setiembre del mismo año. Francesco Mores y Eugenia Valtulina, del “Gruppo di Lavoro Riccardo Terzi”, editaron en Ediesse las ponencias presentadas, un resumen del debate y algunos artículos significados de Terzi, en un libro titulado «Sindacato, politica, autonomia. Per Riccardo Terzi”, que llegó a mis manos de forma inesperada, casi como un regalo del cielo, en Lecce, durante una excursión cultural de los Jubilados de CCOO de Cataluña. Dado que el texto es largo, lo publicaré en varias piezas. La traducción será marca de la casa. Conviene tener en cuenta en la lectura, que cuando se habla de “crisis” no se está haciendo referencia a la pandemia actual; y que Maurizio Landini, actual secretario general de la CGIL, no lo era aún entonces, sino que esa responsabilidad recaía en Susanna Camusso.


Habla Aldo Bonomi:

Creo que es de absoluta actualidad algo que el siglo XX, entendido sobre todo en su acepción de “siglo breve”, nos ha inducido a considerar obsoleto.

Comparto además el concepto según el cual nos encontramos, no en una crisis, sino en una metamorfosis antropológica; y quien se dedica a la observación de lo social, quien desarrolla una actividad social, quien tiene una representación social, debe interiorizar hasta el fondo el concepto de metamorfosis. Metamorfosis del modelo organizativo y metamorfosis antropológica de los sujetos a los que se quiere representar. Insisto en la conveniencia de profundizar en todo ello.

Riccardo Terzi ha evocado hoy dos palabras clave que remiten a algunos conceptos fundamentales para nosotros. Terzi ha dicho: «¿cómo se recupera la proximidad?» La proximidad conduce a un concepto sobre el que volveré, el de comunidad.

El otro concepto que hemos interiorizado todos nosotros, hijos del siglo XX, es el concepto de “pertenencia”, derivado del de “clase”. Estamos todos acostumbrados a utilizar a la perfección la categoría de la clase, que ya no está ahí del mismo modo, y en cambio no estamos acostumbrados a utilizar de un modo nuevo el concepto de comunidad.

Una tesis mía, que desearía discutir con vosotros esta tarde, es que en la hipermodernidad el sindicato debe ser capaz de mantener unidas la conciencia de clase y la conciencia de lugar. La conciencia de lugar remite a la proximidad, a la comunidad, a la categoría del territorio. Pero el problema es cómo conseguir mantener juntas la conciencia de clase y la conciencia de lugar.

Haré una sola referencia histórica, y luego hablaré de cómo veo yo los procesos de la hipermodernidad, y qué es lo que espero del sindicato y de sus transformaciones.

La referencia histórica es un libro, un volumen para el que Vittorio Tranquilli escribió un texto fundamental a mi entender, dedicado a la banca mundial, Lezioni su servo e signore (“Lecciones sobre siervo y amo”), de Franco Rodano (1). Si releemos este texto partiendo de la que yo llamo fragmentación del diamante del trabajo, nos daremos cuenta de que hoy nos encontramos, desde el punto de vista del trabajo, ante la actualidad de lo que considerábamos obsoleto. En el sentido, para decirlo de una manera muy esquemática, de que dentro de la hipermodernidad reaparecen las formas de la esclavitud, o, en palabras más suaves, las formas del trabajo servil.

Y cuando hablo de trabajo servil, me refiero por ejemplo a esa “huelga” ocurrida en Silicon Valley, en el punto más alto de la mutación capitalista promovida por quienes exaltamos como grandes innovadores (los fundadores de Google y de Facebook, por ejemplo), los autobuses a Cupertino fueron bloqueados por una multitud de personas que enarbolaban carteles en los que se leía: «somos los que os lavan la ropa y os limpian la casa».

Resucita la servidumbre de la gleba, y los nuevos “siervos de la gleba” son también todos los pequeños emprendedores que trabajan en régimen de subcontratación. Son los que con sus camionetas van de una pequeña empresa a otra, son los nuevos proveedores, son los que, cuando les preguntas qué es lo que son, responden: «empresarios», pero cuando les preguntas de quién es su local, responden que lo tienen en leasing, lo mismo que la maquinaria. Son los que trabajan y producen para el cliente que después les dice: «Escucha, no voy a pagarte a 60 días, sino a 180.» Son las nuevas almas muertas del posfordismo. Si examinamos el modelo productivo bergamasco, encontramos bastante de este tipo de trabajo servil. Es un fenómeno que afecta a nuestros valles, pero también, en un sentido geopolítico más extenso, afecta a la relación entre la industria del automóvil alemana y parcelas enteras del tejido productivo metalmecánico de la vieja automotive del Norte de nuestro país. Esta composición socioeconómica representa la base social, desde muchos puntos de vista, de la Liga; y para vosotros, sindicalistas, señala el objetivo de cómo organizaros y representaros en relación a ellos.

Otro fenómeno que debe tenerse presente son las corporaciones de oficio y los “gremios” de quienes no venden sus brazos en el trabajo, pero sí venden el trabajo de comunicar. Son los grupos de IVA terciario ricos, y nos gustan mucho desde muchos puntos de vista, incluso en relación con la política. Son los que tuitean y han encontrado en Beppe Grillo una forma adecuada para expresarse.

Y por último, pero no en grado menor, están las formas del trabajo regular, asalariado, «para toda la vida» (aunque en la cuestión de “toda la vida” yo sería cauteloso) que aparecen insertas en el tejido productivo de las multinacionales globales o locales pero, sobre todo, en las medianas empresas competitivas (la Brembo es un ejemplo, para no salirnos de vuestro territorio).

Por tanto, la actualidad de la inactualidad no responde solo a un razonamiento político, sino que se refiere a un recorrido socioeconómico y, como conclusión de este primer vistazo panorámico a la fragmentación del diamante del trabajo, yo, si fuera un sujeto de representación, me plantearía el tema de «quién representa a quién» y me preguntaría, por ejemplo, si todavía son funcionales los modelos organizativos «en tubos de órgano» que hemos heredado del fordismo, para abordar esta mutación antropológica de la composición social y del trabajo.

Sé muy bien que vosotros decís «estamos presentes en todas partes», y lo creéis de verdad. Pero ¿dónde dejáis los trabajos serviles, los gremios, los siervos de la gleba, cuando vuestra identidad novecentesca está enteramente formada a partir del cuarto sujeto que he citado, es decir el que permanece en la gran empresa fordista en sus diferentes modalidades?

Desde este punto de vista, una contradicción que se me plantea es comprender cómo, encontrándose como punto de partida en ese núcleo fuerte, alguien como Landini ha experimentado la necesidad de asomarse al exterior. Me habría esperado, siguiendo la versión clásica, un razonamiento del tipo de «intensificar la lucha todo lo posible dentro lo que aún queda de la clase». Y en cambio, su apertura me ha parecido un movimiento inteligente, lo digo en tanto que sociólogo.

Estamos frente a un salto de paradigma en la medida en que encontramos, en el seno de la hipermodernidad, la actualidad de la inactualidad. Y esto, antes aún de la crisis, de modo que el problema no aparece en 2008, sino que la metamorfosis se inició ya antes. El año 2008, con el tropezón de la Lehman Brothers, se produjo una contradicción evolutiva en el crecimiento, pero el mecanismo se había iniciado con mucha anterioridad. El salto de paradigma ocurrió en el cambio de siglo e implicó a la dicotomía capital-trabajo, con el Estado en medio. Intento de manera esquizofrénica juntar las dos cosas, porque no es que no exista ya el paradigma «capital-trabajo con el Estado en medio»; sin embargo, cuando decimos “Estado”, hemos de tener presente toda la organización que desciende desde la estatalidad hasta llegar a los municipios, pasando por las Provincias y las Regiones, además de todo lo que, partiendo de la estatalidad, llega a Bruselas. Tendencialmente somos hijos de ese paradigma «capital-trabajo-Estado», y es a él al que hemos recurrido de forma automática también en los grandes procesos de cambio que se han producido. De modo que nos preguntábamos: “¿De qué parte estoy? ¿De la parte del capital, o de la del trabajo?”, a pesar de que cada vez más el trabajo está envuelto en una nebulosa compleja.

(1) F. Rodano, Lezioni su servo e signore. Per una storia postmarxiana, a cura de V. Tranquilli, Roma, Editori Riuniti, 1990.

(Continuará mañana, en el mismo blog)